martes, 22 de febrero de 2011

Adioses tardíos





Chocolate


La despedida fue breve, no habría reclamos, miradas heridas ni explicaciones innecesarias, tampoco habría ningún abrazo después de que finalmente se dijeran que se había terminado. Ninguno de lo dos sería capaz de decir "se acabó", no hacía falta, bastaba sentirlo mientras el ambiente se volvía espeso, fingirían que lo habían dicho y que ya no tenía arreglo. 


Después, tan solo limpiarías la sangre que aún quedaba en tus labios y te darías la vuelta para comenzar a caminar. Abandonar antes de ser abandonado, bajo ese concepto habías dejado a muchas personas en el camino, incluso amistades que también se volvían tormentosas, relaciones que tú volvías tormentosas. Ese día hacía frío, así que un par de cuadras después, te detuviste a comprar un chocolate caliente, el último que comprarías por esa zona puesto que, aunque tú no lo supieras aún, esa sería la última vez que caminarías por ahí. Tus motivos se habían terminado, ya no había nada que hacer.




Rompiendo hielo


Tú me enseñaste algo... "algún día inténtalo", a eso se reducía tu extraña experiencia que incluía fracasos por falta de compatibilidad, solitarios encuentros con la cafeína, y conocidos sin rostro que se alegraban al verte. Tú me explicaste eso que nadie te explica, aquello que guardan celosamente como un gran secreto que no debe ver la luz púrpura. Hace una semana, y por primera vez en mi vida, decidí seguir tus consejos, antes de que me diera cuenta un "gracias" se había grabado en la lista de cosas que definitivamente debías saber, claro que, no pienso decírtelo y con ello alimentar tu carácter narcisista, pero sabes, no es tan difícil con las personas que verdaderamente importan... Y la lista cambió de nombre, ahora era la lista de cosas que quizá jamás sabrías.




Ya no me sirves




No dejaba de darle vueltas al asunto, se preguntaba si había hecho algo para recibir esa dolorosa indiferencia. Quizá tan solo era el pago por tanto tiempo de atención inmerecida, algo que en su momento casi consideró inapropiado, la inmanencia no deseada. Así que esperó a que terminara su cigarrillo para hablar, sentía ese molesto palpitar en su garganta, odiosa contracción que resultaba en una voz temblorosa e inestable.


         - No pasa nada - le respondió con argumento planeado, como si hubiera estado esperando esa pregunta desde mucho tiempo atrás, pero no le creía, si no pasaba nada, entonces ¿por qué tan solo la ignoraba?, ¿por qué cada vez parecía sentirlo más lejos?


Así había sido, un par de llegadas tarde y de pronto se había cansado de esperar, hasta ese punto lo comprendía pero lo demás era un enigma sistemático que terminaría por desaparecer.


        - Tengo que irme ahora - se alejó con lentitud, ninguno necesitaba saber que ya no volverían a verse, habrían sufrido con ello, así como ninguno tampoco tuvo que enterarse de que ya no se eran de utilidad.




Ácido


No tuvo que reclamarte, odiaba los reclamos, aunque en el fondo, si no lo había hecho era porque te había sacado de su vida, sin pedir tu opinión, sin importar tu resistencia, tu paciencia o si te quedabas con esa sonrisa que no tenía nada de verdadero por más que lo intentabas. La simbiosis había terminado y ya no eras más que un parásito al que debía eliminar lo más pronto posible. Un poco de ácido. 




Has recibido



Algo que me emociona mucho, además de conocer a alguien y descubrir que tenemos algo en común, son esas sencillas palabras "Has recibido", ver esas expresiones tan tuyas, tan tuyas y tan suyas porque pertenecen a la misma mediana especie en envases cereza pastel diferente.


"Yo no sé porqué" - dices con tanta sinceridad que inevitablemente tu voz me golpea con la violencia del hubiera y me atormenta una vez más. Ahora te comprendo, ahora sé cómo te sentías en aquel entonces y lo difícil que debió ser para ti, y así como tú, sigo un camino parecido. Veo tu agenda con curiosidad, aunque sé que mi nombre ya no estará ahí. Tampoco es que te gustara escribirlo o que yo lo permitiera, a decir verdad odio mi nombre y a ti te gustan los pronombres, supongo que a mi también, aunque a veces pienso que es posible que tan solo me gusten por ti.




De tarde a nunca


        - Vamos tarde ya... - voz agitada de quien camina más rápido que de costumbre.


        - Más vale tarde que nunca - alegría de tarde lila que le trae recuerdos muy gratos, muy muy gratos.



"Más vale tarde que nunca" Eso es aplicable en muchos casos, especialmente cuando el tarde es un quizá a punto de convertirse en un modélico verbo en modo subjuntivo, en espera del combustible necesario. Pero cuando sabes que el tarde es muy tarde, casi un nunca, entonces, te comienzas a preguntar si vale la pena.


        - ¿Te quieres quedar conmigo? - pregunta sin pensar, antes de que sea muy tarde.




Lágrimas



El aire tiene ese aspecto rojo de un buen sábado por la tarde baja las escaleras no sabes cuántos son, elegir el camino más corto con el pavimento ensangrentado bajo tus pies nunca los has contado pero si lo piensas un poco esa canción es horrible en días como estos esto es un mal karma, camina más rápido (presente simple tercera persona modo indicativo) camina más rápido (singular segunda persona modo imperativo), el callejón atrás todos transpiran sangre y esto es un mal karma, ¿crees en eso? Sí, ¿tú no? Llega, llega pronto si no quieres que se vaya y te deje atrás... - Llegan tarde. Esto es un mal karma. Sus ojos lagrimean, ya ha perdido la costumbre del vómito matutino en un mal karma.


***


Anécdota: Un día alguien me dijo que mis cejas eran bonitas, no recuerdo en que  época fue, pero sé que era la época de esa persona, lo sé porque me entusiasmó el hecho de sentir su contacto y creo que dejé de respirar por estar pensando en todo lo que ocurría. Debo decir que mis cejas jamás volvieron a tener la forma de aquel entonces y cuando terminó su época, me pareció ridícula la forma enamoradiza en que dejé que entrara a mi vida.



17 de febrero, 2008 - 7:09 p.m.

No hay comentarios:

Publicar un comentario