miércoles, 23 de febrero de 2011

Retrocesos. Escribiendo a la hora de Emily Rose




Datos irrelevantes



Entonces se aseguró de que no quedara nada pendiente, había desarrollado una extraña adicción al sonido de sus dedos haciendo un rápido y leve contacto con el teclado. Luego se dirigió a la habitación oscura, dos, tres pasos, cuatro, prefirió caminar lo más rápido que pudo antes de que los sonidos sordos hicieran acto de presencia y terminara creyendo que había alguien más en el lugar.


Su decepción fue mayúscula cuando vio que no había ningún avance, nada que le indicara que todo estaba bien, que iba por buen camino y que cada vez faltaba menos para llegar. Formuló cientos de excusas en su mente y se sorprendió al asustarse con el reflejo de un florero en la ventana, por un segundo había creído que se trataba de alguien, pero no se tomó la molestia de asegurarse y siguió su camino.


Entre quince y veinte minutos después, mientras la sangre iba impregnando la alfombra, se daría cuenta de que ese segundo era indispensable y que en realidad sí había alguien más. (n/a)




Y ahí vas de nuevo, solo no regreses lloriqueando, como siempre.




Lo intentó, esta vez con decisión, con todas las ganas que le habían faltado con el tiempo y durante aquellos años, en esta ocasión era todo distinto, había una especie de optimismo que caía casi en lo ridículo y se preguntaba de dónde provenían tantas ideas fantasiosas, creyó (ilusamente) que ahora sí lo intentaba con toda su alma, quizá por eso se sorprendió tanto al darse cuenta de que sus pies habían regresado por voluntad propia al lugar del que intentaban escapar.


n/a: Como cuando era joven y sangrienta.


28 de junio de 2010 - 3:35 a.m.

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